MES DE MARÍA, DÍA 25
DÍA 25: El
milagro de Calanda
Finales de julio de 1637. Miguel Juan Pellicer, natural de Calanda (Teruel)
tuvo un accidente durante su trabajo. Cayó al suelo y le pasó por encima de la
pierna derecha una de las ruedas del Carro de su tío, rompiéndosela más o menos
a la altura del tobillo. Le llevaron al hospital de Valencia y, al ver que cada
vez empeoraba más, lo trasladaron a Zaragoza donde llegó a primeros de octubre,
con mucha fiebre y la pierna totalmente gangrenada. Antes de ingresar en el
hospital fue a la iglesia del Pilar, donde se confesó y comulgó.
Ya en el hospital, viendo los médicos que la pierna no tenía curación
decidieron cortarla cuatro dedos por debajo de la rodilla. Se la serraron sin
más anestesia que una bebida bien cargada de alcohol mientras él se encomendaba
a la Virgen del Pilar. Después de la operación, dos médicos enterraron la
pierna en el cementerio del hospital.
Cuando se repuso de la operación, pasó dos años y medio pidiendo limosna en la
puerta del Pilar y durmiendo en una posada o en los bancos del hospital.
Regresó a Calanda. Una noche soñó que se untaba el muñón con el aceite de la
lámpara de la iglesia del Pilar. Al entrar sus padres en la habitación notaron
una extraña fragancia; la madre se aproximó con el candil a su hijo y vio que
le salían de entre las sábanas no una, sino las dos piernas. Era su misma
pierna amputada: con antiguas cicatrices de niño y la lesión cerca del tobillo
que le hizo el carro cuando le pasó por encima. Además se comprobó que la
pierna enterrada en el cementerio del hospital no estaba. Todo el pueblo fue
testigo del milagro y el párroco celebró una misa en acción de gracias.
¡Qué
grande eres, Madre mía! Has hecho miles
y miles de milagros, te puedo decir, que yo soy testigo de ellos, porque han existido
milagros en mi vida Y tú lo sabes… Pero
sí, necesito pedirte, que sigas aumentando mí fe cada día, mi fervor, mi devoción hacia ti, para poder transmitir lo que tú quieres, creer en tu bondad, creer
en tu grandeza divina, creer en tu intercesión, cuando te pedimos en nuestras
necesidades y amorosamente las presentas ante tu hijo Jesús misericordioso y
como tenemos fe, creemos en los milagros… ¡Yo creo, Madre, pero haz que crea
más y más! para seguir siéndote fiel.
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo
que has leído. Después termina con la oración final.
Adaptado del texto escrito por José Pedro Manglano Castellary (Sacerdote)
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