HAGO UNA INVITACIÓN A VIVIR CON PROPÓSITO, SIN RESIGNARSE, RECONOCIENDO EL VALOR DE CADA ETAPA DE LA VIDA.
Hoy celebro, con profunda gratitud, el regalo de cumplir 73 años. Es una bendición enorme que sólo puedo atribuir al amor fiel y constante de Dios, que me ha sostenido en cada paso.
He visto su misericordia en acción. La he sentido en una mirada, en una oración, en una mano amiga. Porque, como también nos recuerda el Papa Francisco, "La esperanza no defrauda, y con Dios, ningún esfuerzo de amor se pierde."
No solo celebro mi
vida, sino también la de todos y todas quienes, por gracia divina, podemos
disfrutar un año más rodeada de una amorosa familia formada por un esposo
excepcional y tres hijos pendientes de la madre, familiares, amistades sinceras
y el amor de un entorno que me rodea incondicionalmente.
Compartir un año más es una gracia del Señor, un gesto de la ternura de Dios que se manifiesta en lo cotidiano
Mi camino no ha sido fácil. He enfrentado enfermedades difíciles, cirugías complejas y momentos de dolor. Pero también he sentido la ternura de Dios a través de cada recuperación, de cada abrazo, de cada oración y cada Eucaristía compartida. Y por eso digo con convicción: ¡GRACIAS, ¡SEÑOR, POR NO SOLTARME LA MANO!
Pero no quiero quedarme sólo en la gratitud. Hoy siento el deseo profundo de hablarle especialmente a quienes, como yo, ya tienen muchos años recorridos. A quienes escuchan palabras como “vejez” o “tercera edad” como si significaran un final, una retirada, una vida sin sentido. ¡Nada más lejos de la verdad!
Nuestro Papa Francisco a quien despedimos
con dolor y agradecimiento por dejarnos su legado, nos recuerda algo hermoso:
“Es necesario unir el ímpetu de los jóvenes con la sabiduría de los ancianos”. No nos sintamos viejos de corazón: la juventud se lleva en el alma. Vivámosla con gratitud y pongámosla al servicio de los demás.”
Y eso es justamente lo que quiero hacer con cada día que Dios me regala porque no me siento vieja: quiero seguir poniendo mi vida, mis años que me quedan, mis experiencias y hasta mis heridas, al servicio de los demás. Porque aún tengo mucho para dar, mucho para decir, mucho para sembrar si así Dios me lo permite.
A quienes hoy están atravesando
momentos duros, les digo con el corazón en la mano: no bajen los brazos. No
estamos solos. Dios camina con nosotros, incluso cuando no lo vemos. Y cada uno
de nosotros sí, también vos, tienes algo valioso que ofrecer.
La vida no termina cuando peinamos canas. Al contrario: es cuando la experiencia florece y puede guiar a las nuevas generaciones. No es tiempo de cruzarse de brazos, sino de abrirlos para abrazar, acompañar y transmitir lo vivido.
¡GRACIAS, SEÑOR, POR LA VIDA! ¡GRACIAS POR LOS AÑOS VIVIDOS! ¡GRACIAS POR EL AMOR QUE ME REGALAS DÍA A DÍA!
¡A VOS PADRE AMADO SEA TODA LA GLORIA!
¡Que el Señor nos bendiga y la Virgen nos proteja!
Tu amiga
Mirtha Villarroel de Rocha
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