"PON A DIOS EN PRIMER LUGAR Y DILE QUÉ QUIERES QUE HAGA HOY"
Hacer equilibrio entre lo material y lo espiritual
El Evangelio de Mc 10,17-27 nos muestra cómo
el apego a lo material puede ser un obstáculo para nuestra relación con Dios y
nuestra capacidad de amar a los demás. Se relaciona directamente con el servicio al prójimo al mostrar que, para
seguir a Jesús y obtener la vida eterna, es necesario desprenderse del egoísmo
y de la dependencia de las riquezas materiales. Jesús le pide al hombre rico
que venda lo que tiene y lo dé a los pobres, un acto de generosidad que refleja
un servicio concreto hacia los demás, especialmente hacia los que más lo
necesitan.
Este pasaje nos enseña que, para
servir de manera auténtica al prójimo, debemos primero reconocer que el amor y
el servicio no pueden estar condicionados por lo que poseemos, sino que deben
brotar de un corazón dispuesto a dar sin esperar nada a cambio, imitando así el
ejemplo de Jesús.
Este llamado a la acción no sólo es
un acto de caridad, sino también una forma de vivir el amor de manera práctica.
El desprenderse de lo material para ayudar a los demás implica reconocer que lo
que poseemos no es sólo para nuestro beneficio, sino que también tiene el
propósito de servir a quienes nos rodean.
El servicio al prójimo, en este
contexto, no sólo es una cuestión de dar bienes materiales, sino de vivir con
una actitud de humildad, generosidad, amor y servicio. Al poner las necesidades
del otro antes que las nuestras, especialmente aquellos en situación de pobreza
o vulnerabilidad, estamos viviendo el mensaje de Jesús. Además, el desprenderse
de las riquezas es también una forma de liberarnos de los obstáculos que nos
impiden seguir plenamente a Jesús, enfocándonos en lo que realmente importa:
amar y servir a los demás con un corazón libre de ataduras materiales.
Es cierto que muchas veces, al estar
rodeados de comodidades y cosas materiales, caemos en la trampa de pensar que
todos tienen lo mismo, que todos viven como nosotros. Esto nos hace perder de
vista las necesidades reales de los demás, especialmente aquellas que no son
tan visibles, como las emocionales, espirituales o incluso las silenciosas que
afectan a quienes no se atreven a pedir ayuda.
Cuando tenemos "todo" o al
menos lo que consideramos suficiente, es fácil olvidarnos de cuántos de
nuestros vecinos, amigos o incluso personas cercanas, están luchando con
diferentes formas de carencia: pobreza material, soledad, desesperanza,
enfermedad, falta de amor o afecto.
El Evangelio nos llama a abrir los
ojos y el corazón para ver a los demás como verdaderos hermanos, entendiendo
que el amor de Dios no es sólo para unos pocos, sino para todos. El amor de
Dios no discrimina, y que cada uno de nosotros está llamado a ser un reflejo de
ese amor.
Cuando miramos a nuestro alrededor,
si nos detenemos realmente a observar y sentir, descubrimos que muchas
personas, a pesar de no mostrarlo, están pasando por necesidades profundas. Tal
vez no sea sólo en lo material, sino también en lo emocional o espiritual.
La verdadera invitación del Evangelio
y del amor de Dios es no centrarnos solo en nuestro bienestar, sino sentirnos
responsables de quienes nos rodean, abriendo nuestro corazón y nuestras manos
para ayudar. Llevar el amor de Dios a los demás implica reconocer sus
necesidades y responder con generosidad, compasión y acción.
Poner a Dios en primer lugar y
permitir que guíe nuestras acciones es un acto de fe y entrega.
"Pon a Dios en primer lugar y
dile qué quieres que haga hoy" es una invitación a la oración
diaria, a entregarse a la voluntad divina y a vivir de acuerdo con ella, no sólo
en palabras, sino también en obras, siendo reflejos del amor divino en nuestras
acciones.
Cuando ponemos a Dios en primer
lugar, nuestras decisiones y acciones se alinean con lo que realmente importa.
Esto no significa que debamos rechazar lo material, sino mantener el equilibrio
entre lo material y lo espiritual, aun sabiendo que es un desafío constante,
pero es posible cuando somos conscientes de nuestras prioridades y vivimos con
un propósito de usarlo al servicio
del bien y de los demás.
¡Que el Señor nos bendiga y la Virgen nos proteja!
Tu amiga
Mirtha Villarroel de Rocha
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