¡NO TE PRESENTES ANTE EL SEÑOR CON LAS MANOS VACÍAS! PARA DIOS NO CUENTA EL PRESTIGIO DE LAS PERSONAS, DEL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 35,1-12

El concepto de "no presentarse ante el Señor con las manos vacías" nos llama a ser generosos no solo en lo material, sino también en lo espiritual. Al acercarnos a Dios, debemos ofrecer lo mejor de nosotros en todas nuestras acciones cotidianas: obras de misericordia, oraciones, trato hacia los demás y entrega al necesitado. Las ofrendas deben surgir del corazón y no ser solo lo que nos sobra, sino lo que realmente tiene valor para nosotros. Esto implica dar lo mejor de nuestro tiempo, atención y esfuerzo con sinceridad, generosidad y gratitud.

Nos invita a examinar cómo nos acercamos a Dios. A veces, en nuestra vida cotidiana, podemos caer en la trampa de pensar que lo importante es simplemente cumplir con ciertos actos de devoción o con la entrega de nuestros bienes materiales. Este pasaje nos desafía a cuestionarnos: ¿Estoy dando a Dios lo mejor de mi ser? No sólo con los actos visibles, sino también con mis pensamientos, con mis decisiones y, sobre todo, con mi corazón. Este mensaje nos recuerda que la sinceridad y el amor genuino son la esencia de lo que le agrada a Dios.

A menudo, podemos quedarnos en la superficie de nuestra relación con Dios, cumpliendo con rituales y responsabilidades, pero sin que haya una verdadera transformación interna. 

En este fragmento, el autor subraya que lo que Dios aprecia no es el prestigio, la fama o el estatus social de las personas, sino la sinceridad y la generosidad del corazón.

Por último, la justicia y la misericordia hacia los demás son también formas de sacrificio que agradan a Dios. No podemos separar nuestras acciones espirituales de nuestras actitudes hacia el prójimo. Dios no está interesado en lo que damos simplemente por cumplir una obligación, sino en la calidad de nuestra ofrenda, si buscamos agradar a Dios, esto se reflejará en cómo tratamos al enfermo, al que vive en soledad, al que está alejado de su fe,  con amor, compasión y generosidad. Este pasaje de Eclesiástico nos invita a integrar nuestra fe con nuestras obras diarias, buscando siempre ofrecer lo mejor de nosotros mismos en todo lo que hacemos, no con el deseo de ser vistos o reconocidos, sino con el deseo de agradar a Dios como el creador de nuestra vida. 

Y nos desafía a examinar nuestras motivaciones y actitudes al acercarnos a Dios, destacando que Él no se deja impresionar por los méritos externos, como el prestigio o la riqueza, busca  corazones generosos que reflejen su amor en el mundo. con la sinceridad y el amor genuino, como la esencia misma de lo que le agrada a Dios. 

 ¡Que el Señor te bendiga y la Virgen te proteja!

Tu amiga

Mirtha Villarroel de Rocha




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