DOS INSTITUCIONES BAJO ATAQUE DEL MALIGNO: EL MATRIMONIO Y EL SACERDOCIO.

El maligno tiene un claro objetivo: destruir todo lo que refleja el amor de Dios y su plan de salvación para la humanidad. Entre las instituciones más atacadas están el matrimonio y el sacerdocio, dos vocaciones esenciales que, cada una a su manera, reflejan la entrega, el amor incondicional y el servicio que Dios espera de su pueblo.

Ambas vocaciones son caminos de santificación y pilares de la Iglesia y la sociedad. El matrimonio construye la familia, la "iglesia doméstica", y el sacerdocio guía y alimenta espiritualmente al Pueblo de Dios. Ambas son expresiones de entrega total y fidelidad a un compromiso más grande que uno mismo, y por eso, son objeto de intensos ataques espirituales.

El Matrimonio es la Escuela de Amor y Sacrificio.

El matrimonio es mucho más que una unión humana; es un sacramento que refleja la unión de Cristo con su Iglesia (Efesios 5,25-32). En el matrimonio, los esposos se entregan mutuamente en cuerpo y alma, convirtiéndose en colaboradores con Dios en la creación de nueva vida. Esta profunda misión es lo que hace que el maligno ataque con tanto ímpetu los matrimonios.

Busca dividir, robar, destruir a los esposos, con conflictos, infidelidades, indiferencia y el agotamiento del día a día. Las parejas que no ponen a Dios en el centro caen fácilmente en la desesperación y el egoísmo, creyendo que no hay salida ante los problemas. Sin embargo, donde se reza, se perdona y se persevera en el amor, el enemigo pierde fuerza. Un matrimonio sostenido por la oración es un matrimonio que puede superar cualquier adversidad.

“Familia que reza unida, permanece unida” El rezo del Rosario en pareja y en familia no sólo protege contra las acechanzas del maligno, sino que también renueva la esperanza y el amor en los momentos difíciles.

El Sacerdocio: Servidores de Cristo, Pastores del Pueblo de Dios.

Así como el matrimonio es un sacramento de unión y creación de vida, el sacerdocio es una vocación de servicio total a Cristo y a su Iglesia. El sacerdote se convierte en otro Cristo, encargado de alimentar al pueblo con la Palabra de Dios y los sacramentos. A través de sus manos, Jesús se hace presente en la Eucaristía, y por su ministerio, los fieles reciben el perdón y la paz en la confesión.

El maligno conoce el poder espiritual del sacerdocio, y por eso busca debilitar esta vocación sagrada con tentaciones de desánimo, soledad, orgullo e inmoralidad. A través de escándalos y divisiones, intenta quitarle credibilidad a la Iglesia y alejar a los fieles de los sacramentos. Sin embargo, el sacerdote que persevera en la oración y en la comunión con Cristo se convierte en una poderosa luz en medio de las tinieblas.

San Juan María Vianney y el santo cura de Ars, decía: “Si el sacerdote es santo, el pueblo será santo; si el sacerdote es mediocre, el pueblo será mediocre”. Por eso, es esencial orar por nuestros sacerdotes, para que encuentren en Cristo la fuerza que necesitan para mantenerse fieles a su vocación y ser pastores según el corazón de Dios.

Un Matrimonio Santo y un Sacerdocio Santo son Dos Vocaciones que Sostienen la Iglesia y la Sociedad.

Aunque el matrimonio y el sacerdocio son distintas vocaciones, ambas tienen una misión en común: reflejar el amor de Dios en el mundo a través de la entrega y el servicio. Un hogar cristiano es la primera escuela de la fe para los hijos, y un sacerdote fiel es el guía espiritual que los acompaña en su camino hacia la santidad.

El maligno lo sabe, y por eso ataca tanto a las familias como a los sacerdotes, buscando destruir la base sobre la cual se edifica la Iglesia. Sin matrimonios santos, no habría familias sólidas; y sin sacerdotes fieles, el Pueblo de Dios carecería de dirección espiritual y acceso a los sacramentos.

Por eso, es urgente unirnos en oración por las dos vocaciones:

Por los matrimonios, para que en su amor reflejen la unión de Cristo y su Iglesia, perseverando en los momentos difíciles.

Por los sacerdotes, para que vivan su vocación con fidelidad, siendo pastores según el corazón de Dios, capaces de guiar a su pueblo hacia la vida eterna.

¡No permitamos que el enemigo destruya lo que Dios ha bendecido! Con la oración y la acción concreta, podemos restaurar los hogares, fortalecer nuestras comunidades de fe y construir una sociedad más justa y fraterna.

¿Te gustaría propagar más esta reflexión? Hazlo y oremos mucho.

“Que el Señor nos bendiga y la Virgen nos proteja”

 Tu amiga

Mirtha Villarroel de Rocha

 

 

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