MES DE MAYO, DIA 22
DÍA 22: ¡La
llevas clara!
Un mes de otoño. Por motivos profesionales un hombre de una empresa de
electricidad va a un santuario de la Virgen. Uno de los guardias que atienden el santuario, aprovecha para
entablar una conversación con él, animándole a llevar una vida cristiana y confesarse;
no consigue nada: se define no creyente y todo resulta inútil.
Cuando el guardia le despide dando por
perdidas las posibilidades de conversión de aquel hombre ateo convencido,
observa que al pasar por una alcancía del santuario, éste echa una limosna; por
sus adentros se dice el guardia: "la
llevas clara, porque si has dado algo a la Virgen, Ella se las apañará para
darte más a ti".
Me contaba el guardia que al cabo de un par de años, aquel hombre volvió al
santuario para saludarle: no sabía cómo, pero su vida había cambiado
completamente; había vuelto a la fe y se había comprometido con Dios a seguirle
de cerca, y entre sus compañeros y familiares había hecho un gran apostolado.
Santa
María, para ir yo a Dios, y llevarle a mis amigos y familiares, el camino ya lo
tenemos claro, es el más seguro y el más corto, porque ese camino eres Tú. Te
damos tan poco, medimos el tiempo para rezar un rosario, o quizá no nos damos
cuenta, que nos cuesta tomar nueve pastillas espirituales durante el día y con
una yapita, rezarte sólo una decena del Rosario, que es lo que más te agrada. Pero…¡cómo
es tu gran amor!, aunque sea muy poco y casi diría que hasta sin fe, significa
que Tú haces el resto. Durante este mes, trataré de ayudar a algunos amigos
míos (puedes decirle, ahora, quiénes en concreto) a que hagan algo por Ti. Quizá,
promoviendo un encuentro, dándoles una imagen tuya, o tal vez, invitándolos a rezar juntos una oración, así
logres que también se inclinen más por el amor a María y sean efecto
multiplicador, transmitiendo donde puedas, el rezo de “DIOS TE SALVE MARÍA”… .
Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole
algo de lo que has leído.
Después termina con la oración final.
Adaptado del texto escrito por José Pedro Manglano
Castellary (Sacerdote)
Comentarios
Publicar un comentario