" YO SOY LA LUZ MUNDO "
LECTURA Y REFLEXIÓN
LEE: Jn 8,12-20
Jesús habla con firmeza, cuando dice: "Yo soy la Luz del Mundo", el que me sigue no andará en tinieblas y tendrá la luz de la vida. Y todo lo que habla, lo ratifica el Padre que está en los cielos.
La luz es necesaria para no tropezar, vencer obstáculos, adversidades, saber por dónde camino, pero si me aparto de la luz, puedo caer en un hoyo, que es el pecado.
Y la luz que Jesús nos propone hoy y siempre, es la verdadera, para que podamos vivir en paz, con amor y con justicia, el que sigue sus pasos llegará a la meta, que es el encuentro definitivo con nuestro Padre.
Jesús se refería a los fariseos arrogantes, soberbios, mentirosos y legalistas, porque acomodaron sus leyes a su manera, a su conveniencia y decían conocer a Díos, pero eran falsos.
Hoy esas palabras de Jesús llamando a la conversión, es también para nosotros, que no nos diferencia de los fariseos, porque no estamos reconociendo a Jesús como nuestro Señor, como nuestro Salvador y creemos que lo conocemos; sin embargo, no escuchamos su palabra a través del evangelio, no guardamos los Mandamientos, no perdonamos al hermano que nos hizo daño y no buscamos la reconciliación con Dios a través de una buena Confesión, que durante 40 días el Señor nos viene invitando y no lo escuchamos, o es que nos siguen incomodando sus palabras, nos enojamos con el que nos da buenos consejos para salir de la oscuridad del pecado, para cambiar de vida, con esos llamadas de atención rechazos constantes, sólo demostramos nuestra dureza de corazón. Al que está alejado de Dios, estorba la luz, porque ésta encandila y no se puede ver, es importante refregar nuestros ojos para identificar, clarificar la visión y encontrar la luz al final del túnel. Dobleguemos nuestro corazón, permitamos que Jesús sea nuestro compañero en el camino, sigamos al mismo paso y aprovechemos que nos alumbra esa luz verdadera, la luz que nos libera, reconociendo que es Jesús el que nos conduce hacia la Patria eterna.
Revisemos y abramos nuestro corazón, poder llegar al Triduo Pascual con luz resplandeciente, acogiendo a Jesús en nuestro corazón y experimentado la gracia de Dios con una sincera y exhaustiva confesión.
Sólo así cada uno de nosotros podrá decir, que conoce a Dios y sigue su luz que alumbra el camino y quedamos perdonados.
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