¡ EN PUERTAS DE LA SEMANA SANTA!
LECTURA Y REFLEXIÓN
LEE: Jn 11,45-57
Son pocos los días para culminar la Cuaresma hasta el próximo miércoles Santo. El Jueves Santo por la tarde, comienza el Triduo Pascual. Los evangelios que día a día hemos venido escuchando, nos han llevado a la conclusión que Jesús tenía que morir. El milagro de la resurrección de Lázaro en la casa de Betania donde vivía con sus hermanas Martha y María, fue el punto final, la gota que faltaba por derramarse, para que crean en la resurrección de los muertos, ese milagro fue contundente.
Esa grandeza de Jesús alarmó a los sumos sacerdotes, letrados y fariseos, porque resucitar un muerto, sólo podría ser obra de un gran profeta y por eso deciden dar muerte a Jesús, porque sabían que seguiría haciendo milagros.
Caifás sumo sacerdote profetizó, que conviene que uno muera por toda una nación, y no toda una nación fuese a la perdición eterna. Jesús muere por nosotros, lo vemos colgado en una Cruz, nos conmueve, pero, el que quiera salvarse tendrá que abrazar el cuerpo de Jesús, abrazar esa Cruz y aceptar su voluntad cuando nos dice: ¡Tomen y coman este es mi Cuerpo! ¡Tomen y beban esta es mi Sangre que será derramada! ¡El que coma y beba tendrá vida eterna! Jesús vino para salvarnos, pero es importante saber que esa salvación llegará para nosotros, si aceptamos una nueva vida, renunciando al pecado porque esa es la realidad, dejar atrás más de 600 preceptos antiguos, los cuales eran ¡NO! a todo y la propuesta de Jesús es uno solamente: ¡AMAR A DIOS Y AMAR A TU PRÓJIMO! esa es la ley para el Cristiano de hoy, es muy sencilla la fórmula, si renunciamos a las ocasiones del pecado como el adulterio, la corrupción, los deseos de venganza para no perdonar. Como sencillo es, acercarnos a pedir perdón por nuestros pecados, buscando un sacerdote para expiar la carga que llevamos, quizá por muchos años y qué pasaría si hoy dia el Señor me recoge. Además de confesarnos, hay que prometer no volver a cometer pecado a pesar de las circunstancias y eso nos llevaría a la santidad. Ese es el único requisito que Jesús nos está pidiendo. Si ya nos confesamos, ya podemos comulgar en esta Pascua y esa consternación que se siente cuando decidieron y decidimos dar muerte a Jesús, está en nuestra decisión, en nuestro corazón que es el que manda para sentir alegria en esta Pascua.
Hoy somos millones en el mundo que también damos sentencia de muerte a Jesús, cuando en mi corazón no hay plena determinación de renunciar al pecado, cuando me confieso y vuelvo a caer, no me afano por buscar la reconciliacion inmediata con Dios, pues al no confiesarme alargo el tiempo para dar lugar a que Jesús resucite en mi, voy a misa y no comulgo, o comulgo sin confesarme, y permito que Jesús siga muerto, sigo dando la sentencia de muerte y no me aflige, pero esa sentencia puede ser revocada, si aceptamos una nueva vida permitiendo que Jesús resucite en estos días. Es que si no estamos confesados, Jesús no podrá resucitar hasta que nuestro corazón decida arrancar de raíz el mal que nos agobia.
Participemos en la entrada triunfal de Jesús en este próximo domingo de Ramos y participemos de la Pascua de Resurrección, viviendo la Semana Santa como días extraordinarios en nuestra vida.
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