EL PUBLICANO REGRESÓ A SU CASA JUSTIFICADO, EL FARISEO ¡NO!.
LECTURA Y REFLEXIÓN
LEE: Lc 18,9-14
El publicano bajó a su casa purificado y el fariseo no. Sabemos que un publicano era un pecador público, cobrador de impuestos o una prostituta.
El publicano no quedó purificado por ser pecador, sino porque se arrepintió, lloró su culpa, sabía que no era un hombre digno y agachó la cabeza, reconociendo que era pecador.
Y hoy nos podemos preguntar ¿Qué tan seguro estoy de mi mismo? ¿Qué persona me considero? Soy una persona buena porque leo el Evangelio, porque asisto o dirijo un grupo de Oracion o porque voy a Misa y comulgo sin confesarme, porque consciente o inconscientemente no quiero ver mi pecado. ¿Qué me dice el subconsciente?.
Podemos ponernos a prueba en una escala del 1al 10 cuán bueno soy, pero ¡ojo! si no me confieso ni en esta Cuaresma y me conformo con decir, para qué ir a Misa si mejor estoy en casa con mis comodidades, yo no mato, no robo, no cometo adulterio, mejor es tener a mi conciencia dormida. Y qué tal si hoy mismo me llama el Señor y estoy en pecado. Ufff, se pone grave la cosa.
La Cuaresma nos invita a reconocernos pecadores, a dejar la oscuridad, a sacarnos la ropa sucia y eso se logra con una buena confesión, hacer una retrospectiva a través de un examen de conciencia y acudir a un sacerdote, para tener el perdón de nuestros pecados, así encontrar la luz resplandeciente del Señor y con seguridad sentiremos esa paz que sólo Dios nos puede dar si realmente nos reconocemos pecadores y lloramos nuestro pecado.
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