EL AMOR QUE SALVA VIDAS. LA CONTRA PARTE.
Soy
sobreviviente de cáncer de ambas mamas. Sé lo que es recibir un diagnóstico que
te cambia la vida en un instante, sentir el miedo recorriendo el cuerpo,
preguntarte si hay un mañana. Pero también sé lo que es no estar sola, sino al
amparo de un Dios Omnipotente y unos brazos que acarician tu fragilidad.
A
diferencia de otras mujeres que no tuvieron la misma oportunidad, yo tuve a mi
lado un esposo excepcional. Un hombre que, desde el primer síntoma, no dudó, no
minimizó, no postergó. Su reacción no fue de miedo, ni de evasión, ni de
excusas. Su única prioridad fue salvarme, luchar conmigo, estar presente en
cada paso del camino, acompañándome a la par de un enemigo silencioso.
Desde
la primera sospecha, acudimos al oncólogo. El diagnóstico llegó, y no hubo
tiempo para dudas ni para distracciones. La cirugía era urgente y mi esposo no
escatimó esfuerzos, no pensó en el precio, no buscó justificaciones. Solo sabía
que su esposa era valiosa y que su amor debía manifestarse en hechos, no sólo
en palabras.
Pasé
por la cirugía dos veces. Llegaron las quimioterapias, las radioterapias, el
desgaste físico, el dolor, la incertidumbre. Pero nunca estuve sola.
Cuando
mi cuerpo se debilitaba, Dios y él fueron mi fortaleza. Cuando las fuerzas
flaqueaban, Dios y él me sostuvieron. Cuando el miedo me abrazaba, su amor me
recordaba que no estaba vencida.
Hoy,
puedo contar mi historia. Porque el cáncer fue feroz, pero el amor lo fue aún
más.
EL
AMOR QUE LLEGA A TIEMPO
Muchas
mujeres no tienen esa suerte, yo más bien, llamaría bendición. Muchas luchan
solas porque sus esposos no supieron o no quisieron estar a la altura del
momento. Porque ignoraron los síntomas, porque menguaron el problema, porque
dejaron que el tiempo pasara hasta que ya no hubo nada que hacer.
Pero
yo soy prueba de que cuando el amor se manifiesta con acciones, cuando hay un esposo
presente, atento, valiente, amoroso, las posibilidades de vencer aumentan.
El
cáncer es una batalla dura, pero no debe ser una batalla solitaria. Si tienes a
alguien a tu lado, que ese alguien sea tu refugio, tu apoyo, tu motor, pero
antes de todo aquello, Dios primero, porque Él no te abandona.
Yo soy testimonio de que el amor, cuando
llega a tiempo, puede salvar vidas.
CUANDO
EL AMOR ES VERDADERO, TODO SE PUEDE VENCER
Han
pasado los años y la vida me ha puesto pruebas difíciles, pero aquí estoy, en
pie, fuerte, agradecida al Todopoderoso, al Ser Supremo que tiene el control de
nuestras vidas. No ha sido un camino fácil, pero ha sido un camino recompensado por el amor, y eso lo ha cambiado todo.
Después
de 35 años, el cáncer regresó, esta vez en mi mama derecha. Otra batalla, otro
desafío, otro miedo que enfrentar. Pero como la primera vez, no estuve sola. Mi
esposo estuvo ahí, como siempre, con la misma entrega, con la misma fuerza, con
el mismo amor inquebrantable.
Con
la bendición de Dios, esta vez el tratamiento fue distinto. No hubo quimioterapia
ni radioterapia, pero sí una lucha constante con la hormonoterapia, con los
chequeos, con la incertidumbre. Pero cada examen, cada consulta, cada decisión,
la tomé con la certeza de que tenía a mi lado a un hombre que nunca me soltaría
la mano, porque el Señor le sigue prestando la vida.
Hoy,
sigo vigilante de mi salud, cuidándome, agradeciendo cada día, celebrando la
vida más espiritualmente. Y en cada revisión médica, en cada consulta, mi
esposo sigue ahí, con la misma solicitud, con el mismo amor que ha sido mi
refugio en los momentos más oscuros.
ANTE UNA NUEVA BATALLA
Hace
tres años atrás, además del cáncer, enfrenté otra dura prueba: una cirugía a
corazón abierto. Una experiencia que, para muchos, puede ser el fin de todo,
pero para mí fue otra batalla más que libré afianzando mi fe, con confianza y esperanza
que Dios estaba ahí y más cerca de lo que pensaba y algo más, con el apoyo
incondicional de mi esposo.
Porque
no sólo estuvo presente en lo económico, como siempre lo hizo sin escatimar
esfuerzos, asegurándose sólo de que tuviera lo mejor. Estuvo presente
emocionalmente, sosteniéndome, dándome fuerzas, mostrándome con cada gesto que
el amor es la mayor medicina para el alma.
CUANDO
EL AMOR SE VUELVE REFUGIO
Doy
gracias a Dios por la vida, por la oportunidad de seguir aquí, por mis tres
hijos que han sido mi alegría y el agradecimiento como padres de verlos
realizados, pero sobre todo doy gracias a nuestro Padre Celestial, por el regalo
maravilloso de ese hombre que ha caminado a mi lado sin titubeos.
Yo
he vencido al cáncer dos veces. He superado una cirugía a corazón abierto. Y si
sigo aquí es porque Dios me ha sostenido, pero también porque el amor ha sido
mi mejor medicina.
En
una época donde tantos matrimonios se desmoronan ante la primera dificultad,
quiero decirles a las mujeres que no acepten menos de lo que merecen. Y a los
hombres, que aprendan que el amor no se demuestra con regalos caros ni con
palabras vacías, sino con acciones, con compromiso, con entrega.
Porque cuando el amor es real, no hay
enfermedad que lo destruya, no hay miedo que lo apague, no hay batalla que lo
venza.
50
AÑOS DE AMOR, 50 AÑOS DE ENTREGA
El
amor verdadero no es sólo palabras bonitas, es presencia, es entrega, es estar
ahí en las buenas, pero sobre todo en las malas.
El
próximo año Dios así lo permita, cumpliremos 50 años de matrimonio. Medio siglo
juntos, superando cada prueba, cada obstáculo, cada miedo. Y si algo he
aprendido es que cuando hay amor, todo se puede vencer.
Un
vínculo matrimonial donde aún el amor está presente y si alguien me pregunta el
por qué, mi respuesta: “es como si me
hubiera casado ayer” …
¡Que el Señor nos bendiga y la Virgen nos proteja!
Tu amiga
Mirtha Villarroel de Rocha
Comentarios
Publicar un comentario